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LOS PUESTOS DE ELECCIÓN POPULAR

Imaginar una mujer ejecutiva de 37 años ocupando un puesto de mucha responsabilidad en una multinacional y con varias posibilidades de avanzar en los años próximos.  Gana $8 mil mensuales y no tardará la llegada de un aumento.  Está casada, tiene dos hijos y un marido también profesional.  Se le acerca una amiga de colegio y la invita a participar en las elecciones de su partido político con la promesa de ser diputada.  ¿Aceptaría la invitación?  ¿Verdad que no?

O pensar en un hombre de 40 años dueño de una empresa que el fundó que se dedica a comercializar y dar servicio a autos eléctricos importados.  Gana $12 mil mensuales y este año pudiera haber utilidades importantes.  También está casado y la mujer es abogada en un bufete importante.  Tienen una sola hija de 13 años ya en un colegio prestigioso en Santa Ana.  Un amigo le quiso convencer de trabajar en la campaña de un candidato presidencial que tiene mucha promesa y con el compromiso de servir como ministro de economía si el candidato es exitoso.  ¿Aceptaría la invitación? ¿Verdad que no? 

Hay miles de personas bien educadas y exitosas que no pueden aceptar un puesto importante en gobierno no solo porque no paga bien si no que tendrían que dejar carrera de éxito y futuro para servir.  Si llegara a ser diputada pasaría su tiempo, por lo menos basado en la Asamblea Legislativa actual, en debates estériles con personas que perciben que su rol como “madre o padre de la patria” es cuestionar y criticar-- no aportar.  Hay poca posibilidad de contribuir al desarrollo social, económico o cultural del país, especialmente tomando en cuenta el tipo de liderazgo que se exhibe en la legislatura.  Si aceptara un ministerio se encontraría en una situación donde el presidente le exige mucho cumplimiento y los burócratas están para impedir cualquier cambio para bien o para mal.  Si se enoja el jerarca paran todo los empleados públicos y el ministro es emasculado. (Situación de varios de los jerarcas actuales).

El punto es que la “mejor” gente no está aceptando ni queriendo considerar ocupar un puesto de elección popular.  La calidad del trabajo, la capacidad de negociar y sacar el país adelante es ausente.   Para el que pudiera aceptar un cargo tendrá que ostentar un gran espíritu de sacrificio y dedicación al servicio de los demás o si viene de otros niveles donde el puesto es un ascenso en salario y responsabilidad la camisa muchas veces les queda grande.

La situación de hoy no compara con la de hace 50 años o incluso 25 años cuando las mejores personas de la patria ocupaban puestos de elección popular, cuando el debate pudiera ser agudo, pero donde todos se abrazaban y demostraban amistad.

¿Qué hay que hacer?  Sobre todo, los puestos deberían ofrecer salarios competitivos.  Ministros y diputados $10 mil al mes, presidente $15 mil.  Debería de haber una manera en que una persona pudiera dejar su carrera privada para servir a la patria sin perder todo.

cdenton@cidgallup.com