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AQUÍ NO HAY CORONELES
Ni tampoco hay sargentos o almirantes en Costa Rica. No aparecen personas uniformadas con todo tipo de medallas e insignias; tampoco hay saludos oficiales, mano tocando la ceja y codo en el aire. Del 1 de diciembre de 1948 y la abolición de la fuerza militar por José María Figueres Ferrer, el ahorro que se ha hecho en la compra de tanquetas, jeeps, armas, bombas, es de miles de millones de colones. En los 77 años el país pudiera haber auspiciado guerra con varios de los vecinos y mandando tropas a colaborar como cascos azules en incontables números de situaciones. Porque al final de cuentas para hacer guerra y matar gente están las fuerzas militares.
Los militares organizan desfiles que dan envidia; mujeres y hombres marchando con bandas musicales y banderas. Algo que todo general sabe es que si quiere seguir sustrayendo del PIB un dos por ciento ($7.6 mil millones en México) tiene que haber un lazo fuerte entre la fuerza uniformada y el patriotismo.
Así, un ciudadano en contra de los militares es un antipatriota. Una combatiente es una heroína y alguien que no es militar es cobarde.
Aquí no tenemos madres “estrella de oro” que han perdido hijos o hijas en combate en algún lado y contra algún “enemigo.”
Un comportamiento que fomenta el militarismo es la obediencia total. Si un capitán le dice a un raso –“dispare” contra un grupo en marcha en contra de alguna injusticia, a ese raso no le queda otra. Tiene que comenzar a mandar balas a traer abajo a los marchantes. Si hay algo que caracteriza a un costarricense es que no es muy dado a la “obediencia.” Todo lo contrario. Se dice que mover a un grupo de nacionales en una sola dirección es como arrear gatos.
¿Cómo hacían los coroneles con los soldados en lo que fuera el Ejercito de Costa Rica? Quizás perdieron la guerra de 1948 precisamente porque no funcionaba bien.
Normalmente los uniformes son de mucha importancia para los militares. Durante la dictadura militar en Panamá (otra nación ahora sin militares) el panameño jocosamente decía – “nosotros tenemos una ventaja. Aquí en nuestro país los ladrones lucen uniforme.”
La ultra disciplina militar no da cabida a “pensamiento original.” Cada persona en la escalera de personal aprende a pensar igual que su superior. Así su superior le facilita ascenso. Entonces el sargento piensa igual que un teniente, un teniente a un capitán, el capitán al mayor y el mayor al coronel. Por esto un general militar no sirve como presidente de un país, algo que aprendieron los países latinoamericanos después de un largo período de gobiernos autocráticos con imbéciles en uniforme gobernándolos.
Lo peor de las fuerzas militares de la América Latina es que la gran mayoría son descendientes directos con la misma doctrina y mismos protocolos de las fuerzas de ocupación española. Estas fuerzas no estaban para “defender” el país si no para controlar al pueblo y obligar el envío de tributo a Madrid. ¡Que bueno, Costa Rica libre!
cdenton@cidgallup.com