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LA COMIDA CALLEJERA ES RICA
Comer un buen “hot dog” (perro caliente) en la calle de Nueva York es requisito para todo visitante—pernoctar en esa ciudad y no haber consumido uno de estos con la mostaza extra caliente que lo acompaña es perder uno de sus atractivos turísticos más importantes. En Panamá venden lo mismo, pero sin la mostaza especial. También venden “raspados” (en el idioma tico “copo”) y naranjas peladas dulces donde le abren boquete para consumir solo el jugo sin manchar las manos o la ropa. En San José no los venden porque toda comida callejera es prohibida.
Ahora el Ministerio de Salud, el mismo que no prohíbe la venta y consumo de cigarrillos en las avenidas, se ha dado cuenta que hay venta de comida de calle en todo lado – clandestina por el reglamento. Como tanto reglamento en Costa Rica, no va a acorde con lo que quiere el pueblo; si algo caracteriza al costarricense es que es independiente y va a hacer lo que mejor le parece, gobierno o no gobierno.
Lo que pudiera hacer el Ministerio es asegurar que lo que se vende en la calle es de la calidad requerida para el consumo humano. ¡Prohibir imposible!
¿Cuál es la diferencia entre el hot dog vendido en la esquina en gran volumen y el sándwich vendido en la soda en frente que está infestada de cucarachas y rodeadores? La respuesta es que el hot dog en la calle es de mejor calidad sanitaria.
El potencial de la calle (¿el bulevar nuevo extensión de la Avenida Central?) es que pudiera convertirse en un gran comedor – tacos, burritos, hot dog, hamburguesa, chop suey, sushi, helados de un gran surtido, pizza, arroz con kimchi, pierogi, vigorón, donas y desde luego gallo pinto y chifrijo. Poner mesas repartidas por todo el bulevar. Mucho mejor que el resto que se caracteriza por ventas de cigarrillos sueltos, música pirateada, gafas, ropa de bebé, zapatos, paños, joyería barata y quizás más de uno vendiendo pastillas ilícitas.
Ya por sí “la Muni” ha convertido la Avenida Central en algo que nadie quiere visitar – sucio, mucho hacinamiento, gente pordioseando, comercios bien pero mejor visitarlos en un mall—la extensión convertirlo en algo mejor. Claro, tendrá el Ministerio de Salud fuertemente en desacuerdo acompañado por un contingente de diputados dando su apoyo.
Todo esto resalta con la pregunta sobre lo que debería ser el rol de un gobierno, especialmente tomando en cuenta que comer es una actividad lícita. En un país libre y democrático ¿cuál es el rol del estado? ¿No es asegurar que el ciudadano no se enferma consumiendo comida dañada? Prohibir consumir donde uno quiere es más afín a un estado policiaco. Solo falta que aprueben una ley prohibiendo comer con las manos sucias, como había con los fariseos bíblicos.
¿Llegaríamos a lo ridículo donde la policía allana hogares para revisar las manos a los que están comiendo en las mesas?
Estoy a favor de permitir la venta de comida en las calles revisándola para asegurar su calidad.
cdenton@cidgallup.com